Viejo Expreso Patagónico / La Trochita

Viejo Expreso Patagónico / La Trochita



El tren Viejo Expreso Patagónico –la “Trochita”– que parte desde El Maitén, nos lleva a conocer el corazón de la estepa patagónica y sus encantadores paisajes. Un viaje al pasado en un “bólido” de principios del siglo XX.
Cuando me invitaron a realizar un viaje desde El Maitén hasta el desvío Thomae, en la provincia de Chubut, en el tren Viejo Expreso Patagónico, inmediatamente me sentí como el detective Pinkerton a punto de seguir una pista para detener a los bandidos Butch Cassidy y Sundance Kid.







Pensar en la locomotora, el humo negro que sale de su chimenea, el silbido que emite momentos antes de partir, los vagones de madera, y el interminable traqueteo de sus ruedas deslizándose sobre los rieles, rápidamente me remitieron a las películas de cowboys del lejano oeste.
Lo cierto es que, lejos de ser el renombrado detective y de vivir realmente en el siglo XXI, me motivó muchísimo tener la increíble posibilidad de subirme al legendario tren de principios de la década del ´20, que forjó gran parte de la historia patagónica.
Gracias al tren –conocido popularmente como la “Trochita”, por la inusual longitud de la trocha de la locomotora, de tan sólo 75 centímetros –nacieron numerosos pueblos, y es el testimonio en movimiento del esfuerzo de la gente que, en épocas remotas, se animó a poblar el sur del país.
Totalmente dispuesto a realizar este viaje cargado de historia, en un verdadero museo rodante, acepté la invitación. Desde la localidad de El Bolsón partí con el transfer de la agencia de turismo con dirección a El Maitén.
Rápidamente dejamos atrás el paralelo de 42º, que divide imaginariamente a las provincias de Río Negro y Chubut, entrando a esta última a través de la ruta nacional Nº 258.
A nuestra izquierda, un silencioso testigo de la aventura que estábamos a punto de vivir, nos acompañó durante gran parte del recorrido: el cerro Piltriquitrón, de 2260 m.s.n.m.
Javier era nuestro guía y por ende se encargó de entretenernos con datos, fechas y temas alusivos al viaje que estamos realizando. “Piltriquitrón en lengua mapuche significa ‘cerro colgado de las nubes”– aseguró, mientras el transfer dejaba atrás el paraje Las Golondrinas.
Una “cortina” de álamos nos indicaba que estábamos pasando por la región de El Hoyo, la “capital nacional de la fruta fina”. Esta comunidad, de apenas tres mil habitantes, se ganó la denominación gracias a la excelente calidad de su producción.
Más adelante, deleitamos nuestros sentidos observando una magnífica vista panorámica del valle de Epuyén. Los verdes intensos de los pinos oregón y ponderosa, el ajetreado azul de un arroyo que seguramente se perdió del cauce principal de su río, las imponentes montañas que conforman la cordillera de los Andes… todo iba conformando una postal que conservaré para siempre.






Etransfer tomó el desvío por la ruta provincial Nº 70 para transitar por ripio los treinta y tres kilómetros finales que nos separan de la localidad de El Maitén. Sabíamos que, impaciente, un “bólido” de acero aguardaba nuestra visita.
Las raíces del pueblo
Pronto llegamos a El Maitén. Esta localidad, situada en un valle labrado por la erosión de los glaciares, se encuentra inmersa en un ecosistema conocido con el nombre de “ecotono”, en plena transición del bosque andino a la estepa patagónica.
El pueblito debe su nombre al árbol de copa frondosa y hojas perennes que a principios del siglo XIX poblaba la ribera del río Chubut. Maitén, en lengua mapuche, significa “árbol sagrado” o “árbol de la sabiduría”.
Recorremos sus áridas calles observando su antigua arquitectura, que parece detenida en el tiempo. Los primeros establecimientos terminaron de afincarse en el año 1939, cuando llegaron a la margen norte del río Chubut las vías de la “Trochita”.
El tren del destino
Entramos al predio de la estación y llamaron mi atención las construcciones levantadas con durmientes de quebracho colorado.





Bajamos del transporte, y un agudo e intenso sonido me hizo vibrar. Era el silbido de la locomotora, que culminaba de enganchar los vagones que nos transportarían durante el paseo.
Con Javier nos dirigimos hacia los talleres donde se realizaba el mantenimiento del tren.
En su interior nos explicaron cuanta cosa pudiera ocurrírsenos acerca de la “Trochita”.
Me sorprendió enterarme que el tren que estaba a punto de tomar se encontraba en su estado original. La legendaria máquina Henschel Clase 75 H a vapor de 1922, todavía en uso, es considerada como una pieza única por la firma de los propios fabricantes.






A la locomotora, técnicamente, se la denomina “trocha súper económica”, por la diferencia de centímetros entre un riel y el otro. La velocidad máxima que alcanza es de treinta y cinco kilómetros por hora, y la mínima es de cinco. Para su puesta en marcha, el maquinista debe presionar una llave de modo manual, para mandarle el vapor del domo al pistón, que es el que le da tracción a la máquina. Estas características convierten al tren en uno de los cinco en el mundo que sobrevive al paso del tiempo.
“Todos a bordo”
Volvimos al andén y la voz del guarda nos indicó que ya era tiempo de partir. Subí al vagón que me correspondía –el “holandés”– y en la cómoda butaca me dispuse a contemplar el paisaje patagónico.






Realmente es un placer poder gozar del paseo en el “Viejo Expreso Patagónico”. Es como un viaje en el tiempo, en el que se regresa a la época de los pioneros que se instalaron en esta frontera desértica, y en derredor de la cual se tejieron infinidad de anécdotas e historias.
Afuera, un paisaje de incomparable belleza andina se apoderó de mis sentidos. Pronto, el sinuoso recorrido me dejó entrever que las sorpresas estaban a la vuelta de cada curva.
La columna de humo negro, el sonido de la locomotora, la estrechez de sus vagones –cada uno con su respectiva salamandra– y el coche-bar, son postales únicas de este atractivo turístico ferroviario.






Cruzamos el puente vía, y poco a poco nos adentramos en la enigmática Patagonia.
Un perfil de una mujer durmiendo esculpido en roca por la madre naturaleza, llamó nuestra atención.“Es la bella durmiente”– nos indicó nuestro guía. Sonreímos, admiramos, contemplamos y súbitamente nos dejamos atrapar por un extraño sentimiento nostálgico que concurría a nuestro ser para disfrutar como nunca de ese magnífico exponente de la región: la “Trochita” de El Maitén.
Para tener en cuenta
Horario: Desde el 18/01/06 al 28/02/06 salidas los días martes, jueves y domingos 15hs., sábados 10:30 hs. Resto del año: consultar a la agencia.

Duración: una hora desde El Bolsón para llegar a El Maitén; y dos horas de excursión a bordo del Viejo Expreso Patagónico “Trochita”.

Sugerencias: En caso de llegar hasta la localidad de El Maitén en su vehículo particular, recuerde que la ruta provincial Nº 70 es de ripio, por lo que aconsejamos no superar los 60 km/h.
Tómese el tiempo necesario para disfrutar del paisaje, por ejemplo partiendo con dos horas de anticipación a la hora que sale el tren de la estación. Lleve siempre agua; en caso de faltarle podrá adquirirla en el coche-bar del tren. No arroje colillas por las ventanillas.



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