El gran museo del tren francés

Con el río Rin y la frontera alemana a pocos kilómetros, Mulhouse fue la cuna histórica de la revolución industrial en Francia desde el siglo XVIII porque aquí nacieron los primeros laboratorios químicos, talleres textiles y mecánicos. Las murallas medievales cayeron en el siglo XIX para crear una “ciudad jardín” destinada a los obreros, pionera en su tipo en Europa. Por eso Mulhouse se enorgullece de sus museos dedicados a la técnica. La estrella es “La Cité du Train” (la ciudad del tren). Pero también hay un museo dedicado a los autos (www.citedelautomobile.com) que reúne la colección de 400 coches clásicos de la familia Schlumpf. Entre ellos está el Rolls Royce que usaba Charles Chaplin y la coupé Bugatti Royale que manejaba el diseñador Ettore Bugatti.



Ubicada en la región francesa de Alsacia, Mulhouse tiene cien mil habitantes, está a 530 km de París y se llega pronto –dos horas y media de viaje con el tren TGV desde la Gare de l’Est– con un boleto que ronda los 60 euros, según la época del año. Se sabe que la zona fue muy disputada entre Francia y Alemania. Pero en 1798 con Napoleón, la ciudad votó por integrarse a Francia. Por eso tiene una identidad particular que se nota en la arquitectura, la gastronomía y las costumbres.
Por caso, el lugar de encuentro desde la época medieval es la “Place de la Reunion”, rodeada de iglesias y palacetes. El templo de Saint Ettiene –con vitrales del siglo XIV– está entre las mansiones de importantes familias locales, como los Schlumberger, Loewenfels, Mieg y Steinbach. El palacio municipal, en estilo renacentista alemán típico de Renania, es de 1552. Y de las fortificaciones medievales sobreviven algunas, restauradas en 1890, como las torres Nessel y Bollwerk.
Los viajeros que llegan a Mulhouse deberían tener claras sus prioridades. En las fiestas navideñas, el mercado popular en las calles –la ciudad es famosa por los textiles estampados y las artesanías en papel pintado– atestigua viejas tradiciones germánicas. La ruta de los vinos de Alsacia se abre a pocos kilómetros de la ciudad, no en vano está cerca el Rin con sus viñedos.
Para los fierreros
Para los fanáticos de los “fierros” la cuestión es sencilla: hay que tomar el Tranvía 3 y bajarse en la parada que indica “museos”. En la Rue Alfred de Glehn esperan los inmensos salones de “La Cité du Train”, con más de 100 piezas históricas –locomotoras de vapor, eléctricas, diésel, coches de pasajeros y carga– reunidas bajo techo. El primer salón, con una superficie de 6.000 metros cuadrados, es “Le Parcours Spectacle” y propone un paseo con espectáculos de luz y sonido, para apreciar 27 piezas del patrimonio de la Societé National des Chemins de Fer (SNCF), la empresa ferroviaria estatal creada en 1938. El segundo salón, “Les Quais de l’Histoire” (los andenes de la historia) tiene 13.000 metros cuadrados y allí se pueden ver 60 locomotoras ubicadas en orden cronológico, desde el año 1844 hasta la actualidad.
Una visita típica, con audioguías en varios idiomas, dura dos horas. El museo tiene un buen restaurante, “Le Mistral”, en alusión al famoso tren expreso francés de la década de 1950 que corría entre París y Niza. Las tartas y ensaladas alsacianas se sirven aquí en un salón decorado con modelos a escala de las locomotoras que impulsaban aquel tren expreso. Otra tentación es la boutique del museo, donde no faltan trenes en miniatura, juguetes, libros y fotografías.
En el primer salón del museo la idea es evocar “el siglo de oro” del ferrocarril en Francia, con pequeñas representaciones teatrales, dedicadas al tren y las vacaciones, los trenes de montaña, la guerra, los trenes oficiales, la experiencia del viaje y la vida de los ferroviarios. En el segundo salón, “8 andenes de la historia” permiten seguir la evolución técnica del ferrocarril. Cada hora, se pone en marcha “la divina”: la última locomotora de vapor hecha en Francia, es la 232U1 hecha en 1949 por la fábrica Corp Louvet.
Entre las perlas de la colección, aquí está la Pacific Chapelon que corría a 130 km por hora entre París y Orleans en 1930. Están los trenes presidenciales, con coches como el PR2 usado por De Gaulle. Y el tren del emperador Napoleón III construido en 1856. Está el coche restaurante de 1929 del Orient Express, creado por la Compagnie des Wagons Lits. Y la locomotora eléctrica BB9004 de Alshtom, que en 1955 corría a 331 km por hora. En fin, se dice que la SNCF salvó del desguace a 220 locomotoras y coches de distintas épocas. Muchas de esas joyas se aprecian en este gran museo.

MINIGUIA
COMO LLEGAR. Air France vuela de Buenos Aires a Mulhouse con escala en París por US$ 1.983 con impuestos incluidos.
DONDE ALOJARSE. En Mulhouse, la doble en el Hotel du Parc cuesta 120 euros. En el Holiday Inn Mulhouse, 107 euros.
CUANTO CUESTA. La entrada al museo cuesta 10,5 euros por persona.

INFORMACION
www.citedutrain.com
www.tourisme-mulhouse.com
www.franceguide.com

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